Noticias | Centro de Estudios Maximalistas
124 subscribers
173 photos
3 videos
35 files
769 links
Download Telegram
Pero ¿A nadie se le ocurrió llevarlo a industrias de consumo aunque sólo fuera para reducir la necesidad de transportes y emisiones? Sí. Ahora hay una start up de moda centrada en eso en EEUU. Pero no os perdáis la ideaza: de momento venden microfábricas -contenedores frigoríficos con un par de robots- que hacen cubitos de hielo... y los envasan en bandejas de plástico de uso individual. Venden la supuesta maravilla de utilizar mucho menos transporte... pero multiplican el plástico. A futuro imaginan hacer lo mismo para la industria de los refrescos: micro-fábricas distribuidas de CocaCola pegadas a cada centro de distribución local.

En el capitalismo el juego va de dar ocupación al mayor volumen posible de capital de forma rentable. Si para asegurar la rentabilidad hay que crear escasez se crea. Si para colocar más capital es necesario centralizar al extremo, por irracional que resulte la arquitectura productiva resultante, se centralizará hasta lo paródico. Si para obtener mejor rentabilidad para la inversión en una tecnología hay que enfocarla hacia el mercado militar y armamentístico y dejar de lado desarrollos que satisfarían las necesidades vitales básicas de millones, eso es lo que sucederá.

Y de hecho, las condiciones generales, el curso global del sistema en el tiempo, es a lo que lleva de manera creciente. Por eso el desarrollo humano está cada vez más reñido con el crecimiento económico (es decir, del capital y su rentabilidad). Por eso estamos inmersos en toda una crisis de civilización.

Las principales lecciones de toda esta aventura de la producción distribuida son muy importantes de cara a pensar acción social:

1. La tecnología por sí misma no nos va a sacar de la crisis histórica en la que estamos. En el marco del sistema actual no hay tecnología, por maravillosa y revolucionaria que parezca que no esté supeditada en su aplicación y desarrollo social a la necesidad de colocar el mayor volumen posible de capitales de forma rentable.

2. Los comunales universales (conocimiento, software y hardware libres) serán una y otra vez segados en su desarrollo, pero son más innovadores y socialmente útiles que aquello a lo que la industria lleva por sí misma. Es decir, no van a generar, mientras la sociedad siga regida por este sistema, la abundancia que perseguimos, pero...

3. Con el mercado mundial rompiéndose en bloques, el capital acumulándose de forma improductiva -cuando no destructiva- a través de un sistema financiero global sobredimensionado y con los estados abandonando o desmontando los sistemas universales de protección que quedaban y cada vez más orientados hacia el militarismo en todo el mundo... Las formas incipientes de producción cooperativa y distribuida, socialización de la información y propiedad comunal universal, van a ser cada vez más importantes para satisfacer las necesidades humanas más básicas...

4. Si las utilizamos nosotros, claro, porque ningún fondo de capital va a venir a interesarse en hacer nada que salga de sus esquemas y menos aún gratis. Porque al final, la lección fundamental de todos estos 20 años es que sin organización no hay nada. Puedes dar todos los likes que quieras, puedes expresar todos los deseos que quieras en plazas y muros y puedes pedir todas las peras al olmo que quieras, que si no hay organización y producción colectiva nada va a avanzar. De hecho todo va a retroceder sin posibilidad de respuesta ni resistencia.

Es decir, hay que mojarse, comprometerse y organizarse, porque como recuerda la portada de nuestro blog, «sólo el trabajo asociado puede dar el marco adecuado a la producción colectiva; sólo la comunidad organizada puede generar una nueva forma de vida».
La crisis del modo de vida y la necesidad del cooperativismo de trabajo

Los principales fenómenos culturales de nuestra época trazan los contornos de una crisis del modo de vida. Lo vemos en el abrumador crecimiento de la angustia social (y los suicidios), en la epidemia de soledad, o en el sentimiento cada vez más generalizado de que las ciudades se han tornado invivibles. Resumiendo: para millones de personas, el modo de vida que se presenta como normal, se ha convertido en un callejón sin salida, en una trituradora que no les deja opciones de conservar su integridad mental.

¿Qué pasó? Durante tres décadas el crecimiento de la precarización y la atomización en el modo de trabajar se tradujo en un modo de vida cada vez más aislante, mercantilizado y tan desesperante que ahora grita «sálvese quien pueda» por todos sus poros.

En realidad, aunque la mayoría no pueda verlo, son distintas facetas de la Crisis de Civilización en la que estamos inmersos, atravesando los muros imaginarios de la «familia fortaleza» que, nos vendieron desde la segunda mitad de los ochenta, cuando se consumieron las grandes luchas colectivas en el callejón sin salida de las huelgas sindicales por mejores prejubilaciones y cierres con «compensaciones».

La idea de que la familia fortaleza podía ser un sagrado seguro en una época de precarización generalizada era obviamente mentira, claro. Era como pretender sobrevivir a un bombardeo metiéndose bajo una mesa. Tarde o temprano caerá un cascote encima que la parta en dos. Y eso es lo que nos cuenta el perfil típico del suicida de lo que va de siglo, la figura síntoma que concentra las contradicciones de ésta época: un varón mayor de cuarenta años -del que se esperaba fuera guardián eterno de la fortaleza- que cayó en el paro o se vio expulsado del mercado de trabajo y/o cuya relación de pareja entró en crisis definitiva.

El trabajo es siempre social y al mismo tiempo y por la misma razón, profundamente definitorio de quiénes somos (socialmente). Es el centro de la vida cotidiana, la principal actividad en tiempo dedicado, lo que determina para cada uno «su lugar en la sociedad» y su sentido de la vida. Lugar y sentido que lógicamente son distintas bajo los distintos juegos de relaciones y normas propias de cada sistema. Es decir, las formas sociales bajo las que se trabaja en cada época dan forma al modo de vida que le es propio.

Por eso las distintas formas sociales que toma el trabajo también «educan» a todos y a cada uno en valores característicos, creando, transmitiendo y reproduciendo las mentalidades y los patrones aceptables de comportamiento de cada época concreta, que son los que sirven a que el sistema imperante en cada momento siga funcionando sobre una base de consenso social, es decir sobre una cierta satisfacción de los valores que cada cual adopta y siente como suyos. El falso comunitarismo aislacionista de la familia fortaleza salvó los trastos del sistema y sirvió para dar un agarre de satisfacción durante una época. Ya no.

Y es que la crisis del modo de vida, se fundamenta en la crisis de las formas y modos de trabajar, pero no es un mero reflejo de la precarización laboral o del miedo a ella. Son los valores atomizadores y mercantilizadores del sistema como un todo los que se han convertido en disfuncionales para la vida dado lo que el sistema es capaz de dar y necesita hacer para mantener su lógica económica.

Cuando las formas de organización del trabajo quedan al margen, la paradoja es que las soluciones resultantes agravan las causas en vez de transformar las bases que crean el problema. Ahí están para demostrarlo la esterilidad de las salidas individuales, sean las basadas en el consumo, en la autoayuda o el deporte, en la búsqueda de comunidad a través de identidades, o la socialización instrumental (del networking a Tinder y más allá).
La IA, la soledad, la salud mental y la crisis de la civilización actual

La prensa -especialmente la de negocios-, animada por las grandes consultoras y fondos de capital, lleva ya una temporada vendiendo la idea de que la epidemia de soledad y el auge de los problemas de salud mental se enfrentarán con éxito -y con poco coste por paciente- gracias a chatbots de IA.

El caso es que empiezan a aparecer los primeros casos en los que aplicaciones conversacionales de IA se asocian a suicidios y conatos de «lobo solitario». Parece que, bajo ciertas circunstancias, una IA conversacional puede convertirse en algo parecido a un reclutador de terroristas suicidas o un inductor al suicidio.

Pero, en realidad, si pensamos un poco, más que un problema de desarrollo tecnológico, este tipo de situaciones muestran bastante bien hasta que punto es insidiosa y profunda la Crisis de Civilización de la que solemos hablar.

La IA es el espejo de la cultura de una sociedad insana

La IA conversacional, al final, no es más que un software estadístico que responde e interactúa con su usuario dando respuestas en el rango de lo «esperable» dada una masa enorme de contenidos sacada de todo tipo de fuentes.

Pero... los estudios sobre todo lo que existe hoy en día en bibliotecas nos dicen que la cultura global y especialmente la escrita en inglés, español y francés, muestra desde hace décadas cada vez más patrones consistentes con la depresión. Y si nos vamos al lenguaje hablado, ¿qué cabe esperar cuando los estudios sobre la angustia emocional nos hablan de una sociedad capaz de enfermar a cualquiera?

Lo «esperable» en una sociedad insana es insano, la IA sólo hace de espejo de un rey que va desnudo.

Pero si vamos al fondo de todo ésto, lo que salta a la vista es que la idea de base era, cuando menos, dudosa. ¿La solución a los problemas de salud mental y soledad pasa por generar alternativas baratas a la atención personal o pasa por actuar sobre las causas mientras se asegura una terapia adecuada a las personas con problemas?

¿Por qué tanta insistencia en invertir en soluciones maquinales?

La cuestión es que, en realidad, las consultoras y los fondos tienen inmensidades de capital que colocar. Y la sustitución de terapeutas (salarios) por máquinas (capital) abre la expectativa de tener un nuevo campo de inversión rentable con buenos pagadores de gran escala como aseguradoras y estados. La cosa además se acelera porque la UE está anunciando que volverá a exigir «austeridad» -es decir, que los estados podrán pagar menos personal sanitario. Así que los estados estarán más abiertos que nunca a sustituir personas por máquinas en servicios como la atención de la soledad o la Salud mental.

Vista la magnitud potencial del negocio, es evidente que fondistas, consultoras y medios de comunicación tienen motivos contantes y sonantes para ser todo lo «flexibles» con la verdad que haga falta. Poco importa que en la prensa científica aparezcan artículos desmontando la bondad para el paciente incluso de una hipotética IA terapeútica mucho más acabada que los chatbots disponibles. Por eso todos sabemos que las necesidades de los grandes fondos de capital y las directrices de austeridad de los estados harán que, funcione bien, mal o no funcione en absoluto, el camino que se tome en salud mental pasará por la IA. Lo primero es lo primero. Y lo primero es colocar el mayor monto de capitales posible de forma rentable.

Es importante señalar ésto. Porque no es una cuestión de ideas o de desconocimiento. No es que no caigan en que por mucho que se invierta en IA o en producción farmacéutica, no va a mejorar la salud mental de la sociedad. No hay que ser una mente preclara para entender que abrir chat-bots o fabricar más psicofármacos ni afecta a la causa de los problemas ni sirve para sustituir horas de atención terapéutica que ayuden a las personas afectadas a superarlos.
La crisis del #mododevida se hace manifiesta en todos los artes, incluido el cómic. Estas viñetas son parte de la última publicación de Mira Jacobs en el New York Times: «Cosas que tuvieron sentido para mi y ya no lo tienen». Transmite el profundo hastío y sentimiento de alienación/ajenidad que siente buena parte de la población de los países desarrollados tras la pandemia, la eternización de la #crisis política y económica y la eclosión de nuevas guerras en Europa y Palestina/Israel que apuntan hacia... más #guerra.
La #CrisisdeCivilización según El País: #guerra y #crisis supeditan la nueva #tecnología y aceleran el desastre ecológico

«Estas guerras agravan la acumulación de crisis que afectan a las naciones, alimentadas por el virulento antagonismo entre tres imperios: Estados Unidos, Rusia y China. Las crisis se refuerzan mutuamente en una especie de policrisis ecológica, económica, política, social y civilizatoria que va en aumento.»

«Esta situación paradójica se enmarca dentro de una paradoja global propia de la humanidad. El progreso científico y tecnológico, que se desarrolla de manera prodigiosa en todos los campos, es la causa de los peores retrocesos de nuestro siglo. Este progreso fue el que permitió la organización científica del campo de exterminio de Auschwitz; el que permitió el diseño y la fabricación de armas más destructivas, hasta la primera bomba atómica; es el que hace que las guerras sean cada vez más mortíferas; es el que, impulsado por el ansia de beneficios, ha creado la crisis ecológica del planeta.»

«Nos encaminamos hacia posibles catástrofes. ¿Es esto catastrofismo? Esta palabra exorciza el mal y da una serenidad ilusoria. La policrisis que vivimos en todo el planeta es una crisis antropológica: es la crisis de la humanidad incapaz de convertirse en Humanidad»

«Hubo un tiempo —no hace tanto— en el que podíamos contemplar un cambio de rumbo. Parece que es demasiado tarde. Por supuesto, puede ocurrir lo improbable y, sobre todo, lo imprevisto. No sabemos si la situación mundial es solamente desesperante o verdaderamente desesperada. Esto significa que, con o sin esperanza, con o sin desesperación, debemos pasar a la Resistencia. »

«La resistencia primera y fundamental es la del espíritu. Significa resistir a la intimidación de toda mentira blandida como verdad y al contagio de toda embriaguez colectiva. Significa no ceder jamás al delirio de la responsabilidad colectiva de un pueblo o de una etnia. Exige resistir al odio y al desprecio. Impone una preocupación por comprender la complejidad de los problemas y los fenómenos en lugar de ceder a una visión parcial o unilateral. Requiere investigación, verificación de la información y aceptación de las incertidumbres.»

«La resistencia implicaría también la protección o la creación de comunidades dotadas de relativa autonomía (agroecológica) y redes de economía social y solidaria. La resistencia entrañaría también la coordinación de asociaciones dedicadas a la solidaridad y al rechazo del odio. La resistencia prepararía a las jóvenes generaciones para pensar y actuar en favor de las fuerzas de unión, fraternidad, vida y amor»

https://elpais.com/ideas/2024-01-28/la-tecnologia-progresa-el-pensamiento-retrocede.html
#UE. #España. La #crisis social -con una brecha creciente de ingresos y el hundimiento del centro de la distribución de rentas por la desaparición de los «buenos salarios» en el #trabajo- se está convirtiendo en una crisis del #individualismo y su #moral.

Los nuevos «retos» que nos plantean como la #digitalización o el #PactoVerde, no enganchan como proyecto de conjunto porque están articulados de modo que multiplican la brecha de ingresos en contra de las clases medias (la lógica de diseño del Pacto Verde para Iberdrola y para los agricultores es la opuesta, por ej) y aumentan la #precarización del trabajo (al final la #digitalización está siendo más bien «uberización»)

¿La paradoja? La obsesión identitaria y la visión económica de la izquierda política (que ha sustituido el #universalismo tradicional por el #asistencialismo a «los más desfavorecidos» con tal de mantener la ortodoxia presupuestaria) pueden hacer que el fin del modelo de «sociedad acelerada» thatcheriana acabe expresándose a través de las nuevas derechas ultras, nacionalistas, negacionistas y delirantes... que son igual o aún más neoliberales que lo existente (Milei, Vox, etc.)

Esteban Hernández lo relata así:

«Es normal que una sociedad sometida a cambios, transformaciones, reformas, exigencias de adaptación y oleaje continuo modifique sus valores. El desinterés por el individualismo, el hartazgo con el sálvese quien pueda, la necesidad de estabilidad y continuidad , el deseo de una vida menos agitada, la defensa de valores colectivos frente a la soledad a la que aboca el mercado y el frenazo frente a cambios. continuos que no dejan de empeorar la vida son ahora aspiraciones de buena parte de la sociedad.

Esa mentalidad choca con los sectores con mayor recorrido, esas clases medias altas conectadas con el capital global, las que se mueven mucho más en el mundo financiero y de la gestión que en el del trabajo, y que se apoyan en la tecnocracia: son capas de la sociedad que tratan de mantener el tipo de valores dominantes. El enfrentamiento de esta visión con el resto de la sociedad está cada vez más presente.

Las demandas de estabilidad y seguridad se han vehiculado sobre todo a través de términos territoriales y por eso las nuevas derechas están creciendo, ya que han apostado por privilegiar los mensajes nacionalistas. Pero es muy dudoso que programas como los de Milei puedan aportar otra cosa que no sea más velocidad y caos a una sociedad que demanda todo lo contrario, como lo es que tener como proyecto de futuro la reconversión tecnológica y digital vaya a consistir en otra cosa. que añadir nuevas capas a lo mismo.»

«Lo que solicitan las poblaciones occidentales es algo muy distinto de lo que pedían en el pasado reciente. Y conviene entender la profundidad de las demandas: hasta la fecha, el mensaje que recibieron las poblaciones, y que interiorizaban, es que debían adaptarse, cambiar y evolucionar. Lo que están diciendo ahora, cuando se oponen a los tratados del libre comercio, cuando piden protección, cuando atacan a la forma de actuar de la UE o cuando demandan cambios en las cadenas de precios, es que lo que debe cambiar es la sociedad, la política, las estructuras. Y eso es material políticamente inflamable . Y muy difícil de manejar, si continúa extendiéndose, para el gobierno de Sánchez, para el de Macron, para el de Biden o para el de Scholz . Convendría escuchar el rumor de fondo.»

https://www.elconfidencial.com/espana/2024-02-11/batalla-cultural-valores-gobierno-sanchez_3828128/
#UE, #Francia, #España. La #crisis económica y bélica que impulsa y acelera la crisis del #mododevida.

«Una de las señales que mejor describen los momentos difíciles de Occidente son las condiciones económicas de la mayoría de sus habitantes. La Encuesta de condiciones de vida realizada por el INE ofrece un retrato preocupante: el 37,1% de los españoles no tuvo el año pasado capacidad para afrontar gastos imprevistos; casi 2 de cada 5 ciudadanos no pudo hacer frente a un gasto adicional pero necesario; el 33,1% de la población no pudo permitirse salir de vacaciones al menos una semana al año; cada vez más personas tienen dificultades para llegar a fin de mes a pesar de tener empleo; y la carencia material y social severa pasó del 7,7% al 9%, mientras que el riesgo de pobreza o exclusión social aumentó hasta el 26,5%. Estos datos no corresponden a una sociedad del bienestar, sino a una que está deshilachándose.»

«El 42% de los franceses afirma que le resulta difícil sobrevivir con sus ingresos, y solo un 11% asegura que llega fácilmente a fin de mes. Uno de cada cinco franceses (uno de cada dos en categorías desfavorecidas, uno de cada cuatro en categorías de bajos ingresos) afirma recibir ayuda regular de sus familiares. Las cadenas de marcas blancas han aumentado notablemente su implantación y sus ventas, así como la segunda mano. La economía del apaño es cada vez más común. Los franceses han reducido notablemente sus gastos estéticos, ya sea en ropa o en productos cosméticos. También van menos a la peluquería. Las personas que afirman salir “con menos frecuencia” o “nunca” aumentaron del 31% al 42%.»

«Los alimentos han aumentado su precio casi un 25% en dos años y los consumidores son plenamente conscientes de que, cuando la inflación se enfríe, no regresarán a los precios anteriores ni de lejos. El 53% de los encuestados afirma que desiste “muy a menudo” o “bastante a menudo” de comprar determinados productos o marcas por su precio. Y en muchas regiones resurge la leña como forma de calentarse.»

«Son los síntomas de un declive en el nivel de vida que los ciudadanos van interiorizando y normalizando y al que se van ajustando. Pero los recortes en la economía familiar tienen un límite, y más en un contexto de alza de precios de los bienes esenciales, desde la vivienda hasta la energía. Al mismo tiempo, la distancia entre aquellos a los que les va bien y quienes sobreviven se acentúa notablemente, lo que da lugar a maneras muy distintas de pensar, de ver la vida y de percibir el futuro. Los agravios, territoriales o materiales, resurgen con fuerza y tienden a desorganizar la sociedad»

«No es algo que afecte exclusivamente a la parte de la sociedad con menos recursos. El descontento recorre muchas capas sociales. Incluso hay sectores con salarios holgados (e incluso elevados), que son conscientes de hallarse en buena situación, pero que a final de mes constatan que les ha quedado muy poco una vez satisfechos todos los gastos. Esos ingresos que pensaron que les otorgarían seguridad dan para menos de lo que pensaban. Y si ni siquiera los privilegiados están seguros, es que algo no está funcionando bien»

«Esta debilidad es la que está deteriorando nuestro sistema político y la misma posición europea. La reciente encuesta de la Fundación Jean Jaurès sobre apoyo a Ucrania demuestra cómo la simpatía hacia Kiev ha ido cayendo en estos años de manera notable. La tendencia a la baja es palpable, y lo será aún más si Europa debe pagar el coste de la reconstrucción del país, y más aún si entra en la UE. En ese caso, la división entre la mayoría de la población y sus dirigentes se hará mucho más palpable, y la misma UE sufrirá tensiones internas notables. La solidaridad es mucho más fácil cuando las cosas van bien que cuando van mal.»

«No hay paz en el desclasamiento, pero la hay aún menos si la gente se percibe abandonada a su suerte. »

https://www.elconfidencial.com/espana/2024-03-01/borrell-espana-problemas-ue_3839692/