Noticias | Centro de Estudios Maximalistas
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Los monjes y la propiedad

Las
comunidades monacales en sí no tienen nada que ver con las colectividades ni, aunque parezca paradójico, con lo colectivo. De hecho, los monasterios europeos suelen situarse como el origen de la concepción individualista moderna. La misma palabra «monasterio», del griego «monajós» (solitario, único), revela que el objetivo original de las comunidades monásticas es proveer y organizar la soledad, el aislamiento del individuo, para facilitar su relación con dios.

Sin embargo, la regla de #SanBenito es una joya con momentos fantásticos de sabiduría comunitaria. Uno de nuestros favoritos: la prohibición de la propiedad privada. San Benito es tan radical al respecto que prohíbe incluso la propiedad personal, ordenando «no tener nada, absolutamente nada, en propiedad, ni un libro, ni papel, ni pluma, nada absolutamente».

Es interesante históricamente porque en la cultura capitalista de hoy, propiedad individual e individualismo parecen la misma cosa... pero en el origen de sus valores era bien al contrario.

Para San Benito la propiedad es simplemente un «nefasto vicio» que debe permanecer ajeno a los monjes e implícitamente a los cristianos en general pues así vivía la comunidad cristiana auténtica, la de Santiago en Jerusalem. Para recordarlo cita en la Regla los Hechos de los Apóstoles.

«Lo poseían todo en común, está escrito. Y nadie diga que algo es suyo, ni se lo imagine»
¿Cómo promover un nuevo modo de vida?

Promover un nuevo modo de vida es ir contracorriente. Y en una sociedad en Crisis de Civilización ir contra una corriente turbulenta. Por eso la tradición de los reformadores del modo de vida comienza con las reglas monacales medievales. Pocas cosas tan ilustrativas de qué estaba fallando en el mundo cristiano del siglo VI en el que el sistema feudal no acababa de cuajar que la «regla» de #SanBenito y pocas cosas tan significativas de la gran convulsión que significó la Revolución Comercial medieval para el sistema cuando se estabilizó como la regla de San Francisco en el siglo XIII. Escribir de forma normativa los valores y la vida cotidiana de los pioneros era algo así como redactar la constitución de un nuevo modo de vida que quería servir de referencia para la transformación social de su época.

Pero con la expansión mercantil europea y la aparición de los primeros elementos de un mercado mundial a partir de la circunvalación de África y el descubrimiento de América, los reformadores sociales utilizarán un nuevo formato: la utopía. En la utopía ya no hay pioneros, lo que importa es la imaginación de una sociedad y su regulación, de la que se supone que emergerá un nuevo modo de vida, necesariamente feliz, al eliminarse las instituciones que constriñen, según cada autor, las capacidades humanas.

Pero eso cambia de nuevo con el socialismo. En el seno del primer partido obrero europeo, el de los comunistas icarianos, la utopía de Cabet, el «Viaje a Icaria» de 1843, es leído de una forma nueva, como una guía para construir aquí y ahora, no como una mera inspiración general (que era lo que pretendía su autor).

Y así llegamos a 1862, cuando Chernichevski publica su «Qué hacer». El libro es una novela muy particular. Tiene que salvar la censura zarista porque su autor está en prisión mientras la escribe y publica por entregas. Y tiene a su vez que definir un antes y un después entre el antizarismo anterior a la liberación de los siervos y la nueva etapa que se está abriendo en Rusia.

Chernichevski opta entonces por escribir una novela cero altisonante que sencillamente describa a los que imagina como pioneros de un nuevo modo de vivir. Se trata de acercar el futuro, de «arrancarlo» de la distancia de los ensueños utópicos y sembrarlo en la cotidianidad. Escribe:

«Aspirad a él, trabajad por él, aproximadlo, trasladad de él al presente todo cuanto podáis»

Como contábamos en nuestra «Historia de las Colectividades» el impacto del libro no puede entenderse sin las detalladas referencias que en la novela aparecen a las experiencias comunitarias y cooperativas de Robert Owen. Y aún menos sus resultados:

«Se tradujo en un amplio movimiento, primero de comunas residenciales de estudiantes; luego de arteles rurales populistas que acabarían en parte en el tolstoianismo y en parte el cooperativismo, aunque algunos se convirtieran en empresas privadas; finalmente, desde los años 90, grupos de trabajadores formaron colectividades urbanas».
La necesidad del #comunal y de la economía basada en la satisfacción directa de la necesidad para la existencia de verdadera #comunidad en la Regla de #SanBenito (siglo VI), a través de los comentarios del Abad del Monasterio Benedictino de Santa María de Huerta

https://monasteriohuerta.org/2015-08-30/

https://monasteriohuerta.org/2015-08-23/
#Comunal. #Comunidad. Siguiendo con los Comentarios del Abad de Santa María de Huerta a la regla de #SanBenito

«En este grupo de capítulos dedicados a los bienes materiales insiste en que todos deben recibir lo necesario, sin dejarse condicionar por los envidiosos ni permitir que brote la murmuración: Como está escrito, “se distribuía a cada uno según lo que necesitaban”. Con esto no queremos decir que se haga discriminación de personas –no lo permita Dios-, sino que se tenga consideración de las flaquezas. Entonces, aquel que necesite menos, dé gracias a Dios y no se entristezca; en cambio, el que necesite más, humíllese por su flaqueza y no se enorgullezca por la comprensión que le demuestran; y así todos los miembros vivirán en paz. Por encima de todo, no se manifieste el mal de la murmuración, por ningún motivo, sea el que sea, ni con la más pequeña palabra o señal. Si alguien es sorprendido en él, se le someta a un castigo muy severo.»

«Cualquiera que lea que en una comunidad monástica no hay propiedad privada y que se reparte a todos según su necesidad, bien podría pensar que su fundador fue algún comunista. Y difícilmente se puede encontrar mayor comunismo material que en ella. Pero también tiene otras peculiaridades que la hacen diferente, como la dimensión de fe, la razón por la que los hermanos se unen a vivir de ese modo con unos lazos de amor fraterno y su estructura jerárquica. Todo se ha de esperar del padre del monasterio quien debe rendir cuentas a Dios de todas sus decisiones. Además, no se mide a todos por igual, sino que se tiene especial atención a las necesidades de cada uno, fijándose en los menos dotados para suplir su flaqueza.»

https://monasteriohuerta.org/2015-08-30/
El Abad de Santa María de Huerta sobre el #Comunal en la Regla de #SanBenito.

«Una comunidad sólo es verdadera cuando llega a sentirse un solo cuerpo, donde todo es de todos y para todos, recibiendo cada uno según su necesidad y sin reservarse nada para sí.

La idea de comunidad es la que subyace más fuertemente en la renuncia a la propiedad. Desprenderse de lo superfluo da libertad, pues sabemos que el ansia de poseer termina esclavizándonos y privándonos de gran parte de nuestra libertad por el temor a perder lo que tenemos, por la necesidad de atenderlo y protegerlo o por el afán de aumentarlo al compararnos con otros. Cuantas más cosas tenemos más enredados nos encontramos, pensando en mil cosas y estando continuamente preocupados, atados muchas veces sin poder movernos ni cambiar de lugar. Cuantas más cosas controlamos tantas más cosas nos controlan. Quien no acumula camina más ligero. Quien sabe que está de paso no acumula. Quien es consciente que se marchará de este mundo tan desnudo como vino, no acumula, sino que comparte, pues lo único que nos llevaremos es la bondad del corazón.»

«Para San Benito el vicio de la propiedad es un vicio detestable, pues mina el sentido mismo de la comunidad, dañando al que lo vive, haciendo sufrir a los demás y generando individualismo. ¿Cómo es posible que alguien tenga para sí lo que a la comunidad le falta? El cuerpo se alimenta todo entero y se cura todo entero, no por partes.»

«Saber pedir y recibir supone tener una actitud humilde. Cuando uno es niño pide con naturalidad por ser incapaz de conseguir aquello que desea. Cuando uno es adulto su actitud de pedir brota de la humildad de corazón, no de la incapacidad de la infancia. Quien sabe pedir y acoge con gratitud lo que se le da cultiva un espíritu humilde que le llevará por caminos interesantes, pues habrá roto la barrera del yo autosuficiente. Para entrar en comunión hemos de romper la barrera que solemos levantar a nuestro alrededor para protegernos. Una barrera espiritual y psicológica que sólo se rompe cuando se concretiza el desprendimiento con una actitud humilde. Una vez rota nos impulsa a salir de nosotros mismos, a ser sensibles con el otro, a cultivar la comunión. Y la comunión que vamos construyendo con los hermanos será reflejo de la comunión imperceptible que estaremos viviendo con el mismo Dios. Venzamos el autoengaño y la pereza para adentrarnos en una experiencia espiritual y comunitaria más interesante que la centrada en uno mismo.»

«Cuando así actuemos seremos capaces de usar de todo sin apegarnos a nada, seremos conscientes que usamos lo que es nuestro y no sólo mío, tendremos una actitud agradecida más que exigente, seremos más cuidadosos con las cosas como lo somos con aquello que se nos presta y debemos devolver. En fin, está claro que las cosas materiales y la actitud que tenemos con ellas son el campo de pruebas más auténtico de una vida espiritual.»

https://monasteriohuerta.org/2015-08-23/
Siguiendo con la semana de #SanBenito, hoy queremos compartir con vosotros el comentario de Joan Chittister OSB (monja benedictina) al capítulo 33 de la Regla en su libro «La Regla de San Benito, vocación de eternidad».

Nos gusta especialmente por cuanto tiene de denuncia del miedo que nos inculcan continuamente a depender de los demás, incluso de aquellos con los que compartimos nuestra vida cotidiana. La «autosuficiencia» y la «independencia completa», dos consignas del individualismo, forman parte de un discurso moral, el del sistema, que empuja el vaciamiento de las comunidades humanas, empezando por la familia, y conduce a la atomización social, la soledad y la devaluación de la persona.

No hay que temer la interdependencia. Depender los unos de los otros, hacernos cargo de lo común, no nos hace menos libres, nos hace parte valiosa del mundo... y plenamente humanos.

El monje -y el comunero- adoptan un modo de vida a contracorriente, que rechaza la propiedad individual no como una «renuncia», sino como una liberación -del miedo a los demás- y una toma de responsabilidad que no se limita a los que le rodean sino que se abre al entorno y el mundo.

«La sencillez es más que la clave de la libertad personal, puesto que es también el fundamento de la comunidad humana. La propiedad común y la dependencia personal son los fundamentos del respeto mutuo.

Si yo sé que, literalmente, no puedo existir sin ti, sin tu trabajo, sin tu apoyo, sin tus esfuerzos en nombre nuestro, sin tu ayuda, como sucede en cualquier vida comunitaria, entonces no puedo encerrarme en un rincón donde tu y tu vida carezcáis de importancia para mi. No puedo dejar de satisfacer tus necesidades, como tu has satisfecho las mías, cuando la carencia en ti apela a la entrega en mi. De hecho, es mi capacidad de responder a tus necesidades la que constituye mi exigencia, mi garantía, de tu presencia en mi vida.

En la vida comunitaria nos necesitamos verdaderamente los unos a los otros; dependemos los unos de los otros. La vida comunitaria se basa en la entrega mutua.

La familia o la relación que intenta conciliar la idea de comunidad con la independencia, y la riqueza independiente con la perfecta, total y satisfecha autosuficiencia, no es comunidad ni familia ni relación en absoluto. ¿Por qué aguantar y trabajar un problema con los demás cuando puede uno simplemente largarse? Y no notarán nunca la ausencia.»
Llegamos ya al final de la semana de #SanBenito y su Regla. Y queremos hacerlo con comentarios de Joan Chittister, OSB, a:

1. Los capítulos 60 y 62 de la Regla, titulados «De los sacerdotes que quieren ser monjes» y «De los sacerdotes en el monasterio»

«La vida benedictina es monástica y laica, no diocesana y clerical. Su papel no consistía en servir en parroquias o desarrollar diócesis, sino en crear un #mododevida inmerso en la Escritura, dedicado a la vida en común y al desarrollo de la comunidad humana. Era sencilla, regular y total; un modo de vivir, no un modo de servir; era una actitud ante la vida, no un ministerio eclesial. Benito, en otras palabras, no trata de crear un sistema clerical, sino una familia humana»

«Todo el mundo tiene que estar abierto a ser formado de nuevo. Lo único que puede impedir la nueva formacióne s que nos neguemos a dejar ir lo que fue. Si nos aferramos al pasado, el pasado estará cerrado para nosotros.»

«Benito nos recuerda a todos que nos aferremos firmemente a nuestra humanidad para hacer de ella nuestra prioridad y no dejar nunca que aquello en que nos hemos convertido obscurezca lo que somos. Es facilísimo asumir un papel en la vida, con sus oramentos y privilegios -médico, juez, religiosa, monje, madre, maestro...- y perder en consecuencia, la oportunidad de estar plenamente vivo»

2. Al capítulo 45, «De los que yerran en el coro».

«"Saber todo el Talmud es una gran cosa -enseñan los rabinos- pero aprender una virtud es más grande aún". En la espiritualidad benedictina emergen claramente dos constantes: primera, la oración comunitaria es central para la vida; y segunda, se haga lo que se hag, debe hacerse bien. Por tanto, no preparar la oración, orar mediocre y descuidadamente, leer la Escriturara a personas que no tienen libros y leérsela sin cuidado, sin sentido, sin precisión, es herir el corazón mismo de la vida comunitaria»
#SanBenito es el patrón de Valverde y hoy es nuestro primer día de San Benito en Valverde, así que hemos añadido un sticker conmemorativo a nuestra colección.
#Zeitgeist #Monacato. Detrás del «cisma» del convento de Belorado está la crisis de vocaciones (la #pasividad y el #individualismo también afectan al entorno católico), el #envejecimiento de la base monacal y una ruptura generacional que no consiguen salvar con monjas migrantes.

«Aparte de las diferencias doctrinales que suscitan cierta incredulidad en religiosas que durante décadas han cumplido estrictamente con las reglas de la Orden y, por supuesto, el voto de obediencia, esta señal remite a un problema de fondo que está carcomiendo los cimientos del mundo conventual en España. La abadesa del monasterio de Santa Clara reprocha a las autoridades eclesiales que no les permitieran la compraventa de propiedades inmobiliarias.»

«La punta del iceberg que esconde una crisis de fe y de futuro de muchas que confiaban en que la burbuja religiosa les protegiera material y espiritualmente de la tempestad global. La sociedad les da la espalda y la potestad de la Iglesia es declinante.»

«Los conventos, las abadías, las Cartujas se han intentado adaptar a los nuevos tiempos desde hace décadas y reducir sus tiempos de silencio, recogimiento, plegaria y rito para ofrecer al mundo exterior un producto material y consumible. La tía Lucrin, abadesa del convento de las Concepcionistas Recoletas de Estella, luchó hasta su último aliento para mantener a flote su comunidad haciendo balones de fútbol, productos de la huerta o confitería. Acogió jovenes de India para remplazar las vocaciones locales menguantes y, en los últimos tiempos, ofreciendo sus instalaciones para construir apartamentos baratos para parejas jóvenes. Otras han subsistido cuidando enfermos o adaptándose al mundo digital.

Pero como dice el escritor italiano, Paolo Rumiz, que recorre el continente a pie, siguiendo las huellas de #SanBenito, patrono de Europa, se está perdiendo el patrimonio espiritual y el alma del continente ante la indiferencia social, política y cultural.»

https://www.hoy.es/opinion/juan-carlos-viloria-monjas-20240627003959-ntrc.html